Estamos enchufados casi constantemente al móvil, correo, whatsapp, facebook, skype, etc. ¿Sabes cuántas horas pasas al día mirando el móvil? ¿o mirando el facebook? ¿hablando por teléfono? ¿contestando correos? ¿Crees que son demasiadas? Hace no tantos años, ni teníamos móvil, ni correo, ni internet, ni incluso ordenador! Ahora estamos "conectados" 24h al día, a la tecnología, y sin buscarlo, nos hemos desconectado de nuestras relaciones, en el día a día. ¿Cuál es el precio de estar "tecnologizados"?
La ilusión de estar "socializados"...
Las llamamos redes sociales, y tenemos muchos amigos, en dichas redes, pero en realidad, somos seres sociales por naturaleza pero de otra manera. Necesitamos el contacto, la interacción, la conversación cara a cara. Esta ilusión de tener 300 amigos en facebook, o 3000 en twitter, no tiene nada que ver con cómo nos sentimos. Cada vez estamos más conectados entre nosotros y a la vez, nos sentimos más solos. ¿Por qué? Por que estamos "conectados" de forma que empobrecemos nuestras relaciones. Éstas se pueden volver más superficiales, más banales y sin contenido.
Un estado de conexión permanente "provoca inquietud, falta de concentración y alteraciones del ánimo", asegura la psicóloga Begoña Carbelo. Hay gente que no es capaz de desconectar nunca y la idea de pasar tan solo un día sin poder acceder a sus perfiles para actualizarlos o para 'ponerse al día' les parece algo totalmente imposible.
Cuando llegamos a este extremo, es más que probable que tengamos un problema que a la larga terminará afectando a nuestro día a día. "Si una persona no es capaz de renunciar y centrarse en otras cosas, puede verse afectada su capacidad para disfrutar", advierte la psicóloga. Pero además, también puede deteriorase nuestra capacidad para estar con otras personas y para relacionarnos.
Como consecuencia de todo lo anterior, aquellos que han desarrollado un alto grado de dependencia de las redes sociales, pueden terminar sufriendo estados de ansiedad y estrés que, en muchas ocasiones, lleguen incluso a alejarlos de la felicidad. Y es que, en el peor de los casos "al final de de la ansiedad suele estar la depresión", añade Begoña Carbelo.
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